20 minutos le acompañó al aeropuerto de Villanubla y, aunque no estaba nervioso, confesaba que iba a volar con los ojos cerrados, «no sé nada, si voy a un piso o dónde, sólo que me van a ir a buscar».
Hace más de cinco años que no veía el mar y, probablemente, cuando lean estas líneas, José María se habrá pegado ya su primer baño en las Canarias, lejos de sus orillas, las del Pisuerga.
«De hambre nadie se muere»
Cuando nos cruzamos con él por primera vez nos contó cómo llevaba tres meses viviendo debajo del puente, «pierdes el trabajo, la hipoteca no se paga sola, llega la separación... y te tiras a la calle por cabezonada». Eso sí, tenía todo organizado, «de hambre nadie se muere». Le daban pan en los restaurantes, comida en algunas tiendas y con las colillas del Clínico tenía para fumar. «Un trabajo es lo que me puede ayudar a salir del agujero», decía. Ahora, ya ha empezado a ver la luz.
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